¿La IA nos salvará?
¿La IA nos salvará?
Las consecuencias de la limitación bien intencionada de la IA, sólo reconocida como herramienta de apoyo, son deplorables para la cultura
Que la inteligencia artificial lidera los rankings de las amenazas que siente la sociedad es una obviedad. Ahora bien, hasta dónde debemos limitarla no tanto. Hace algunas semanas, el ministro de Cultura anunciaba que no se premiarán ni subvencionarán obras creadas íntegramente por IA, sólo reconocida como una herramienta de apoyo. La finalidad de Urtasun , bienintencionada: blindar los derechos intelectuales de creadores, cada vez más vulnerados por los robos o plagios a manos de profesionales echando mano al inalcanzable universo de bases de datos digitales. Las consecuencias para la cultura, de nuevo, deplorables: por un lado, protegernos de la posibilidad de ser engañados por una idea de autoría falsa acentúa la pérdida de la capacidad de saber distinguir la sensibilidad humana de las ejecuciones de una máquina; por otra, la categoría de artista queda reservada a quienes siguen un modus operandi concreto.
Que las obras sean tratadas desde la limitación es, al menos, vertiginoso. Porque no existe espacio más idóneo para pensar o confrontar la actualidad sin represalias inmediatas que el de la creación. Que, además, pone todas las cartas, consciente de no obtener respuestas dogmáticas. Precisamente, es en esta transparencia del proceso experimental donde radica el valor y no el hándicap de una propuesta; advertencia de que, dicho sea de paso, no la encontramos cuando optamos a una vacante en una plataforma online, cuando rellenamos un formulario para el CatSalut o cuando somos impactados por gráficas de campañas encargadas por la misma coalición de gobierno que impulsa esta nueva ley. Porque el objetivo, en teoría, no es que el artista se erija como un cerebro excepcional, sino que nos haga partícipes de nuevos marcos contextuales que nos pongan en crisis y amplíen nuestro horizonte intelectual. De hecho, la insistencia en naturalizar el vínculo con lo problemático está estrechamente interrelacionada con la resistencia de la disciplina artística a encasillarse. Si el arte corre el peligro de ser mortificado en una definición estática, ¿qué sentido tiene delimitar los materiales que utiliza? ¿Y hasta qué punto es justo que sean los recursos empleados los que determinen la legitimidad de una obra, por encima de la idea llevada a cabo, posible porque un autor ha bebido de cualidades exclusivamente humanas como la imaginación?
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